Herramientas de accesibilidad

EL DESPERTAR DE LAS GRULLAS. GRULLAS EN LA NIEBLA. Así se desarrolla un gélido y anieblado amanecer y sus momentos previos en un gran y masivo dormidero de grullas comunes (Grus grus) en pleno invierno en el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel y Villarrubia de los Ojos del Guadiana. Poco a poco, a medida que va comenzando a clarear, los cientos y cientos de grullas que protagonizan estas imágenes –junto a algunos ánsares (Anser anser) y cercetas comunes (Anas crecca), entre otros-, tras una larga noche de parcial quietud y silencio, van desperezándose y activándose, entonando su característico y potente “trompeteo”, para, paulatinamente, comenzar a levantar el vuelo disgregándose en bandadas de menor o mayor tamaño y así iniciar una nueva jornada en busca de alimento por la cercana Dehesa de Casablanca-Zacatena y las siembras y otros comederos situados en campo abierto y diseminados por el entorno más inmediato de este humedal. Finalmente, con la caída de la tarde, los distintos bandos de grullas regresarán al gran dormidero encharcado para, una vez más, pasar una nueva noche invernal a salvo de posibles depredadores, como zorros, gatos monteses o ginetas (desde el observatorio Torre de Prado Ancho del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel y Villarrubia). Una bandada en tierra firme de algunas decenas de grullas comunes (Grus grus) alimentándose en la antigua zona de Tablas y Vega del Gigüela en la zona de Villarrubia de los Ojos del Guadiana.

Actualmente, las varias miles de grullas que anualmente acuden a invernar al Parque Nacional de las Tablas de Daimiel y Villarrubia procedentes de diversos puntos del centro, norte y zonas escandinavas de Europa tienen en estos antiguos terrenos húmedos y veguizos -desecados en los años 60 y 70 y muy próximos al municipio de Villarrubia antecediendo al Parque Nacional- uno de sus principales despensas de alimento, ya sea en los extensísimos terrenos de baldío que hoy en día las ocupan –donde encuentran multitud de pequeños animalitos y otros seres vivientes que se llevan a la boca, como ratones, sapos, lagartijas, todo tipo de grandes insectos…-, ya sea en numerosas siembras que también se reparten por ellos, para alimentarse en este caso de las semillas de cereal allí diseminadas. Así pues, cada otoño y cada invierno es común y frecuente ver grandes y vistosos “rebaños” de grullas como el que aparece en las imágenes “pastando” por el día en esos amplios y antaño inundados terrenos esparcidos en las inmediaciones de Villarrubia de los Ojos del Guadiana, a los cuales acuden tras pasar la noche dentro de las zonas encharcadas del muy próximo Parque Nacional de las Tablas de Daimiel y Villarrubia (en el paraje conocido como Dehesa Boyal, o también La Milla, antigua zona de las tablas del río Gigüela en las proximidades de Villarrubia de los Ojos del Guadiana / enero).

Las grullas comunes (grus grus) utilizan fundamentalmente el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel y Villarrubia como “dormidero”, pues tienen una marcada preferencia por los humedales de estas características, de aguas muy someras y muy poco profundas, para pasar la noche, ya que, establecidas en ellas, se encuentran más a salvo de los posibles depredadores durante las horas nocturnas, como el zorro. Sin embargo, cuando termina la noche y apunta el día, las grullas, por lo general, se marchan repartidas en grandes bandos fuera del humedal del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel y Villarrubia hacia distintos comederos que tienen repartidos por la zona, como las dehesas de Zacatena y Casablanca o las siembras de las fincas cercanas dentro de la Llanura Manchega más inmediata. Allí, trasladándose de unos a otros, pasarán el resto del día, para, cuando comienza a caer la tarde y la luz del día, iniciar el regreso al humedal para pasar a salvo una nueva noche. Tanto la salida de las grullas del humedal de madrugada, como su regreso al atardecer, se erigen como uno de los mayores espectáculos que podemos presenciar en este espacio protegido durante el invierno, tanto visual como sonoro. Visual por los enormes bandos –cercanos e incluso superiores al centenar o varios centenares de ejemplares algunos de ellos- que, uno detrás de otro, y en alargadas formaciones en “V”, van saliendo o van llegando, en cada uno de los casos. Y sonoro, por el estruendoso griterío con que lo hacen, al entonar los ejemplares que lo protagonizan su característico “trompeteo”. En este caso disfrutamos de la llegada de las grullas al atardecer desde el exterior el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel y Villarrubia Generosidad y saber hacer de David, Paraísos Manchegos.